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Durante el tiempo que tuve que pagar escalando, piedra a piedra, la montaña que prometía llevarme a una vista agradable del enorme espacio en el que me encontraba, mi mente no hacía más que preguntarme: ¿Por qué amamos tanto esos momentos en los que observamos gigantes y maravillosos paisajes?, ¿Qué hace que los espacios abiertos nos provoquen tanta atracción?, ¿Por qué preferimos a un amplio y libre lugar ante uno cómodo y pequeño? Perderse es imperativo. Ver al océano y no sentir miedo; palpitar reverencia y admiración, en cambio. Experimentar la fantasía de llegar a aquel valle fantástico de ensueño y explorarlo a fondo. Cumplir los deseos que imaginamos mientras avanzamos hacia el destino; y lo inesperado, también. Orgasmos para la mente, básicamente. Dopamina para la cabeza. Perderse para encontrarse.